La Meloncalía del Limón
Y heme aquí que he vuelto a recordar el sabor del camino, el yacer del agotado caminante y el sudor del caminero. Pero sólo hace cinco semanas que volví y me ocurre algo muy extraño.
Tras mi vuelta de La India empecé a percibir el mundo de manera distinta. Las tintas, los colores, los rostros, las apariencias, todos distintos, todos iguales. Los niños eran hombres y mujeres y los geranios de la vecina del cuarto habían muerto. Cuánta amargura en su rostro.
Al volver de la India descubría algo muy raro. Percibía en el ambiente algo que no encajaba. Por un lado, las viejas no se te colaban al ir a pagar en el supermercado,. Además, vi a más de tres hombres en traje pidiendo limosna en la calle y un limón lloraba en su melancolía porque no le habían hecho partícipe de una limonada. Estaba pocho y le habían metido en una bolsa de basura junto a cascaras de huevo, mondas de patata y un tetrabrick vacío de leche.
- Si tú supieras pequeño amigo amarillo de que trataba todo aquello de la limonada. Al menos estás entero. Pocho pero entero hasta la última pepita. No durarás mucho, y el color verde empezará a ser tu fiel compañero, pero al menos no te partieron en dos con el cruel acero ni te estrujaron manos desconocidas contra horribles artilugios plásticos. Vil instrumento de tortura conocido como el "Esprimidor". Algunos que conocí hablaban de aquel aquella inerte herramienta de destrucción como "El Zumero".
[La frase "Hasta la última gota cobra aqui suma importancia"]
Cuando volví de la India me obsesioné con la vida de ese pequeño limón, dos amigos se hicieron a la mar y nunca más supe de ellos. Camino por la calle y la gente me mira con cara rara. O quizá yo les miro con cara rara. No sé que pensar. La marea ya no es la misma, la ración de pulpo escasea y me ha contado un amigo que en un país en el que todo el mundo quiere comprarse una casa, hay un millón de casas vacías. Adonde vamos a parar.
Al volver al pueblo de Villamarcusa, el el Noroeste de Españia, noté que ahora la gente mira sin ver. Compra sin dinero y alimenta su vida de presente y pasado. El futuro puede esperar. El limón sigue en el cubo de la basura. ¿Cuándo se lo llevarán?
En Españia todo es bueno y malo a la vez, el limón sueña con su limonada y la melancolía flota en el aire. ¿Dónde mejor peor que en Españia y olé? Quiero unas tapas y no tengo dinero. En el curro dicen que no se le puede pagar más a los empleados y un director de banco erupta en Marbella la langosta que acaba de ingerir. Algunos limones yacen estrujados junto a su plato. Parece ser que también murieron algunas ostras en aquel almuerzo tan poco sincero.
Las iglesias están vacías ¿habrá limones en las iglesias? Yo recuerdo que al menos una vez al año te dan Palmas. En algunas iglesias, sobre todo aquellas de dejarse ver, daban hasta palmeras. Pero los limones son demasiado melancólicos para las iglesias. Pero el cubo de la basura tampoco es lugar. ¡Ay de tí limón pocho! Nunca sabrás lo que era aquello de la limonada, de lo que tanto oíste hablar aquellos días de verano.
La Melancolía del limón es extraña y sincera a la vez. Cuando volví de la India pasaban cosas raras. Pero tampoco hay ninguna intención de contar con detalle aquellos maravillosos, enigmáticos y erráticos días que rodearon mi vuelta al lugar de partida. Los sucesos fluyen y la luna riela, como en el poema de Esproncesa.
Hay cañones por banda, limones en la cubierta, melacolía en las velas y piratas por todas partes. Ojo avizor buen navegante, el abordaje será salvaje si descuidas tu bolsa y ropajes.
Y hasta aquí llegamos con la Melancolía del limón, historia breve, ácida y en salazón, que como buen bribón y espíritu de ruiseñor despido con una canción.
Tras mi vuelta de La India empecé a percibir el mundo de manera distinta. Las tintas, los colores, los rostros, las apariencias, todos distintos, todos iguales. Los niños eran hombres y mujeres y los geranios de la vecina del cuarto habían muerto. Cuánta amargura en su rostro.
Al volver de la India descubría algo muy raro. Percibía en el ambiente algo que no encajaba. Por un lado, las viejas no se te colaban al ir a pagar en el supermercado,. Además, vi a más de tres hombres en traje pidiendo limosna en la calle y un limón lloraba en su melancolía porque no le habían hecho partícipe de una limonada. Estaba pocho y le habían metido en una bolsa de basura junto a cascaras de huevo, mondas de patata y un tetrabrick vacío de leche.
- Si tú supieras pequeño amigo amarillo de que trataba todo aquello de la limonada. Al menos estás entero. Pocho pero entero hasta la última pepita. No durarás mucho, y el color verde empezará a ser tu fiel compañero, pero al menos no te partieron en dos con el cruel acero ni te estrujaron manos desconocidas contra horribles artilugios plásticos. Vil instrumento de tortura conocido como el "Esprimidor". Algunos que conocí hablaban de aquel aquella inerte herramienta de destrucción como "El Zumero".
[La frase "Hasta la última gota cobra aqui suma importancia"]
Cuando volví de la India me obsesioné con la vida de ese pequeño limón, dos amigos se hicieron a la mar y nunca más supe de ellos. Camino por la calle y la gente me mira con cara rara. O quizá yo les miro con cara rara. No sé que pensar. La marea ya no es la misma, la ración de pulpo escasea y me ha contado un amigo que en un país en el que todo el mundo quiere comprarse una casa, hay un millón de casas vacías. Adonde vamos a parar.
Al volver al pueblo de Villamarcusa, el el Noroeste de Españia, noté que ahora la gente mira sin ver. Compra sin dinero y alimenta su vida de presente y pasado. El futuro puede esperar. El limón sigue en el cubo de la basura. ¿Cuándo se lo llevarán?
En Españia todo es bueno y malo a la vez, el limón sueña con su limonada y la melancolía flota en el aire. ¿Dónde mejor peor que en Españia y olé? Quiero unas tapas y no tengo dinero. En el curro dicen que no se le puede pagar más a los empleados y un director de banco erupta en Marbella la langosta que acaba de ingerir. Algunos limones yacen estrujados junto a su plato. Parece ser que también murieron algunas ostras en aquel almuerzo tan poco sincero.
Las iglesias están vacías ¿habrá limones en las iglesias? Yo recuerdo que al menos una vez al año te dan Palmas. En algunas iglesias, sobre todo aquellas de dejarse ver, daban hasta palmeras. Pero los limones son demasiado melancólicos para las iglesias. Pero el cubo de la basura tampoco es lugar. ¡Ay de tí limón pocho! Nunca sabrás lo que era aquello de la limonada, de lo que tanto oíste hablar aquellos días de verano.
La Melancolía del limón es extraña y sincera a la vez. Cuando volví de la India pasaban cosas raras. Pero tampoco hay ninguna intención de contar con detalle aquellos maravillosos, enigmáticos y erráticos días que rodearon mi vuelta al lugar de partida. Los sucesos fluyen y la luna riela, como en el poema de Esproncesa.
Hay cañones por banda, limones en la cubierta, melacolía en las velas y piratas por todas partes. Ojo avizor buen navegante, el abordaje será salvaje si descuidas tu bolsa y ropajes.
Y hasta aquí llegamos con la Melancolía del limón, historia breve, ácida y en salazón, que como buen bribón y espíritu de ruiseñor despido con una canción.
No hay comentarios:
Publicar un comentario