16 octubre, 2007

¿Futuro sostenible?

Acuciado una vez más por los plazos de becas, matrículas y demás papeleos burocráticos que conduncen al período investigador del doctorado, me he vuelto a replantear de nuevo el lugar destinado a mi investigación y donde trabajaré los próximos cuatro años.

Sobre todo dudo entre dos cosas. Futuro tranquilo y pordiosero o Futuro sostenible estresante. Dos opciones a barajar, y sé muy bien de lo que me estoy hablando.

En España, investigar simboliza poco más o menos que hacer el tonto. Una cosa divertida que hace el chaval, que aún sigue "estudiando". Y no se que harán ustedes en sus casos, pero yo cuando investigo algún tema de Comunicación social, estoy trabajando, y que me disculpe el respetable. Como si estudiar fuera cosa de niños.

Nuestro país, el de la tortilla, los toros y el olé, no valora el estudio de manera objetiva. A veces hasta está mejor visto el ejecutivo medio, ignorante cultural por excelencia, que la persona que acaba de escribir una tesis de cuatrocientas y pico páginas sobre las moléculas de los peces globo. Y encima el ejecutivo está bien situado socialmente, y la gran mayoría alaba el dinero que posee.

Así que la salida a un país vecino para investigar no es ninguna mala idea. Y encima estás bien visto. Y además ganas dinero, y no tienes que mendigar. Y también hay más oportunidades de encontrar trabajos satisfactorios y personas interesantes. Seguro que no soy ni el primero ni el último que da ese paso. Si todo es tan bonito, ¿por qué nos cuesta tanto irnos? Supongo que la respuesta está en que nuestra cultura es bastante cómoda y con calidad de vida, y por otro lado que aún en España somos un poco paletos y nos da miedo salir de casa, para descubrir que ocurre más allá de nuestras fronteras.

Yo por ahora, no descarto ninguna posibilidad. Venezuela, Estados Unidos, Canadá, Japón, Londres, Salamanca y Madrid aún siguen en el bombo. Según vaya teniendo más referencias iré descartando lugares.

Hasta Junio, el viento sopla con fuerza en una única dirección, la de la comunicación en Salamanca.

Un dubitativo saludo lleno de futuro,
Carlos Oleaga

14 octubre, 2007

Por un puñado de muelas

Tengo una muela menos, de esas que llaman "del juicio"

Saludos a todos de nuevo.

Una vez instalado el internet en casa, vuelvo a la batalla una vez más, tecleando sin parar en el pequeño teclado del Toshiba recalentado, que hace las veces de mi portatil hasta que el salto cualitativo que espero dar con un MAC en enero me haga olvidar todas las penas de los gloriosos y horribles portatiles con sistema operativo windoz, que son peores que un dolor de muelas.

En la actualidad informativa personal del que escribe todo sigue sin novedad. Sigo igual de pobre que siempre (increíble que el conocimiento se siga dando entre cubos de basura en este país de ignorantes), pero algo ha cambiado. Tengo una muela menos, de esas que llaman "del juicio".

Así que centraré mi post dominical, enjuiciando a los dentistas privados y carísimos que hacen que nos sentamos felices de gastarnos una pasta en sacarnos una muela, cuando en realidad el fantasma de que "por la seguridad social vete tu a saber", se queda en poco mas que una bata blanca, un poco de anestesia y una tenaza.

Así fue como el martes pasado, encaminando mis pasos hacia el consultorio de odontología del hospital clínico de Salamanca, me senté en el sillón blanco reclinable para salir con una muela menos. Eso me recordó aquel título de una de las primeras películas de Hugh Grant, "El inglés que subió una colina, pero bajó una montaña", pero en versión más mundana: "El hombre que entró con todos los dientes y salió sin una muela".

Sobre la operación nada que comentar, tres o cuatro pinchazos de anestesia, un poco de tira y afloja con la tenaza, y ale, una pieza dental menos. Ni coser, ni antibióticos ni nada, muela fuera y a tomar por... el camino de vuelta a casa, con una cara de no entender nada absolutamente indescriptible. Después de años y años oyendo batallitas y comentarios de todo tipo acerca de el fatídico momento de sacarte las muelas del juicio, todo se había reducido a un simple pinchazo de anestesia y un tirón de tenaza, y listo. Nada de dejar de comer durante una semana. Nada de pures durante los primeros días. A las dos horas, estaba jalándome un pinchuco de merluza en salsa, de las de aupa. ¿Dolores?, pues la verdad muy poquita cosa. Claro, que igual yo tengo una capacidad curativa de la leche, aunque sospecho que no es así.

Más bien creo que la gente tiende a maximizar su dolor en espera de una respuesta de admiración y repugnancia, que no conduce a nada. La gente está un poco idiotizada y se paga por algo que realmente nos ofrecen gratis. Y mira que "cosas gratis en la vida" hay más bien pocas. Es más generalmente nos toca apoquinar, más que recibir.


Y con esto me despido, que el cuerpo pide ya su ración de "papeo" dominical.

Un saludo de nuevo a todos los lectores,

Carlos Oleaga