14 octubre, 2007

Por un puñado de muelas

Tengo una muela menos, de esas que llaman "del juicio"

Saludos a todos de nuevo.

Una vez instalado el internet en casa, vuelvo a la batalla una vez más, tecleando sin parar en el pequeño teclado del Toshiba recalentado, que hace las veces de mi portatil hasta que el salto cualitativo que espero dar con un MAC en enero me haga olvidar todas las penas de los gloriosos y horribles portatiles con sistema operativo windoz, que son peores que un dolor de muelas.

En la actualidad informativa personal del que escribe todo sigue sin novedad. Sigo igual de pobre que siempre (increíble que el conocimiento se siga dando entre cubos de basura en este país de ignorantes), pero algo ha cambiado. Tengo una muela menos, de esas que llaman "del juicio".

Así que centraré mi post dominical, enjuiciando a los dentistas privados y carísimos que hacen que nos sentamos felices de gastarnos una pasta en sacarnos una muela, cuando en realidad el fantasma de que "por la seguridad social vete tu a saber", se queda en poco mas que una bata blanca, un poco de anestesia y una tenaza.

Así fue como el martes pasado, encaminando mis pasos hacia el consultorio de odontología del hospital clínico de Salamanca, me senté en el sillón blanco reclinable para salir con una muela menos. Eso me recordó aquel título de una de las primeras películas de Hugh Grant, "El inglés que subió una colina, pero bajó una montaña", pero en versión más mundana: "El hombre que entró con todos los dientes y salió sin una muela".

Sobre la operación nada que comentar, tres o cuatro pinchazos de anestesia, un poco de tira y afloja con la tenaza, y ale, una pieza dental menos. Ni coser, ni antibióticos ni nada, muela fuera y a tomar por... el camino de vuelta a casa, con una cara de no entender nada absolutamente indescriptible. Después de años y años oyendo batallitas y comentarios de todo tipo acerca de el fatídico momento de sacarte las muelas del juicio, todo se había reducido a un simple pinchazo de anestesia y un tirón de tenaza, y listo. Nada de dejar de comer durante una semana. Nada de pures durante los primeros días. A las dos horas, estaba jalándome un pinchuco de merluza en salsa, de las de aupa. ¿Dolores?, pues la verdad muy poquita cosa. Claro, que igual yo tengo una capacidad curativa de la leche, aunque sospecho que no es así.

Más bien creo que la gente tiende a maximizar su dolor en espera de una respuesta de admiración y repugnancia, que no conduce a nada. La gente está un poco idiotizada y se paga por algo que realmente nos ofrecen gratis. Y mira que "cosas gratis en la vida" hay más bien pocas. Es más generalmente nos toca apoquinar, más que recibir.


Y con esto me despido, que el cuerpo pide ya su ración de "papeo" dominical.

Un saludo de nuevo a todos los lectores,

Carlos Oleaga

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