La larga bebida sucumbió al cansancio
dormida en mares de recuerdos.
El uso de la memoria, agarrotado
se tornó claro y alcanzable.
La distancia que había cenado
lo invadía todo a modo de potente virus.
Los segundos fueron engullidos
con una cuchara temporal.
El amor, convertido en cocktail
se desparramo por el suelo.
La seguridad que habías engullido
navegaba ya lejana, en otros mares.
Las dudas despertaron como gusanos
siendo plato principal del menú.
La iniciativa volvío la vista atrás
quedando convertida en piedra.
Pero los pasos no dejan de detenerse
y los días lloran hambrientos de respuestas.
Cené distancia y vomité recuerdos
Bebí corazones para encontrar espinas
Lloraste indecisiones, todas ellas suculentas
El restaurante del recuerdo, dicen
que nunca abre con viento.
Carlos Oleaga
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