Si nos paramos a pensar un poco en la vida, en nuestra trayectoría, crecimiento, y desarrollo como individuos sociales que están dentro de un sistema social, podremos observar de entre varios tipos de personas (aunque tanto se nos diga que todos somos únicos), dos que a mi me llaman la atención bastate desde hace tiempo.
Creo estar más identificado con uno de ellos, aunque nunca se sabe que lado es el mejor hasta que el barquero empieza a llamar a la puerta, con billetes de cayuco para la laguna estigia.
Estos dos individuos sociales, bien diferenciados entre ellos responden a dos modos distintos de enfrentar y ver la vida.
Estos dos individuos sociales, bien diferenciados entre ellos responden a dos modos distintos de enfrentar y ver la vida.
Por un lado tenemos el modelo del individuo que desde que nace empieza a hacerse preguntas cada dos pasos sobre la existencia y nuestro camino en la vida. Es una persona que no entiende ciertas cosas que le pasan en su devenir existencial y desea saber porque le ocurren unas cosas y no otras, es un individuo que busca respuestas, porqué vive donde vive, y porqué se viste como se viste (entre un millón de preguntas más). Es una persona a la que las respuestas a esas preguntas, a veces le dejan fuera de juego, porque pueden provocar tanta felicidad como tristeza. Todo conocimiento puede suponer sufrimiento, alegrías y demás batido de sensaciones. Diríamos que es una persona que fluye dentro del torrente de la vida y de su propia realidad con fuerza. No acepta la realidad establecida, y muchas veces esto le reporta gran bien, pero otras tantas gran sensación de encontrarse solo, o poco identificado con la sociedad en la que vive. Sino que le pregunten a D. Miguel porque escribió aquello de (... de cuyo nombre no quiero acordarme).
En el lado opuesto, tenemos a una persona que nunca se preguntó porqué sale el sol, o porqué vive donde vive, o porqué hace el amor con su mujer sólo una vez al mes y esta no le mira a la cara. Esa persona vive bastante ajena a la realidad de la vida (real), no desea saber más, pues ya cumplió sus expectativas y su plan vital (coche, casa, trabajo, mujer/marido e hijos), y está tranquilo. Es un tipo de individuo que, sin ningún tipo de interés o curiosidad por nada, llega al final de la vida. Lo mejor es que muchas personas son felices con este modo de vida.
En mi caso vital (aún bastante verde, y sin un modelado específico), me parece más atractiva la primera opción individual, pero ahí es donde surge la duda. ¿Merece la pena desarrollar la inteligencia (que no creo sea innata, sino más como una habilidad a desarrollar), sabiendo el consecuente sufrimiento que esta conlleva, aunque también puede darte la felicidad? ¿O bien será mejor el hacerse el tonto, pasar por la vida sin hacer mucho ruido, y no arriesgarse a nada, manteniendo una felicidad pequeña, pero estable?
En verdad, opino que el individuo (llamémoslo B) que no se hace preguntas es más feliz, porque en su mundo no hay tanta inestabilidad, pero sus niveles de felicidad están muy por debajo de los del otro individuo. Eso si, la felicidad del individuo B será mil veces más estable que la del individuo A (el que se lanza a descubrir). Una de las mejores imagenes del cine, es aquella en la que el protagonista de la película PI, después de poseer unos conocimientos elevadísimos, es preguntado por un niña, y al no conocer la respuesta sonríe. "A veces los tontos, son más felices, dentro de su tontería".
El conocimiento implica sacrificio y dedicación, y no siempre es reconfortante el adquirir conocimientos, aunque muchas otras si. Habría que preguntarse si nuestro paso por la tierra es un simple paso vital y natural, o estamos en esta vida para algo más. Reconozco que es un tema extremadamente complicado y en el que influyen unas cuantas de variables inestables, pero aún así cada vez llego más a la conclusión de que el conocimiento puede llegar a ser bueno, en cierto modo.
Si logramos establecer una serie de paútas por las que regir esos conocimientos adquiridos y regular los sentimientos de modo que sólo respondan a estímulos (positivos o negativos) tras un previo análisis de la realidad del momento, quizá podamos asimilar conocimientos de un modo distinto. Al encontrarse distanciado de la gran mayoría que conforma la sociedad, que suele encontrarse a medias entre borreguismo y burrifilia, uno puede aprender a integrarse en ella, desde un modo observacional y participante, contemplando el espectáculo (bastante entretenido la mayoría de las veces) y descifrando códigos para que esta situación pueda encontrar una solución, aunque sea parcial.
Como colofón a este tema, que ya es de por sí bastante extenso y denso, haremos aqui una pausa. En siguientes artículos, seguiré explicando esta visión mia sobre la manera de enfocar la vida, que a pesar de encontrarse bastante clara en el interior de mi cráneo, a veces me resulta difícil plasmar con palabras, o sintetizarla de modo correcto, en unas pocas líneas.
En el lado opuesto, tenemos a una persona que nunca se preguntó porqué sale el sol, o porqué vive donde vive, o porqué hace el amor con su mujer sólo una vez al mes y esta no le mira a la cara. Esa persona vive bastante ajena a la realidad de la vida (real), no desea saber más, pues ya cumplió sus expectativas y su plan vital (coche, casa, trabajo, mujer/marido e hijos), y está tranquilo. Es un tipo de individuo que, sin ningún tipo de interés o curiosidad por nada, llega al final de la vida. Lo mejor es que muchas personas son felices con este modo de vida.
En mi caso vital (aún bastante verde, y sin un modelado específico), me parece más atractiva la primera opción individual, pero ahí es donde surge la duda. ¿Merece la pena desarrollar la inteligencia (que no creo sea innata, sino más como una habilidad a desarrollar), sabiendo el consecuente sufrimiento que esta conlleva, aunque también puede darte la felicidad? ¿O bien será mejor el hacerse el tonto, pasar por la vida sin hacer mucho ruido, y no arriesgarse a nada, manteniendo una felicidad pequeña, pero estable?
En verdad, opino que el individuo (llamémoslo B) que no se hace preguntas es más feliz, porque en su mundo no hay tanta inestabilidad, pero sus niveles de felicidad están muy por debajo de los del otro individuo. Eso si, la felicidad del individuo B será mil veces más estable que la del individuo A (el que se lanza a descubrir). Una de las mejores imagenes del cine, es aquella en la que el protagonista de la película PI, después de poseer unos conocimientos elevadísimos, es preguntado por un niña, y al no conocer la respuesta sonríe. "A veces los tontos, son más felices, dentro de su tontería".
El conocimiento implica sacrificio y dedicación, y no siempre es reconfortante el adquirir conocimientos, aunque muchas otras si. Habría que preguntarse si nuestro paso por la tierra es un simple paso vital y natural, o estamos en esta vida para algo más. Reconozco que es un tema extremadamente complicado y en el que influyen unas cuantas de variables inestables, pero aún así cada vez llego más a la conclusión de que el conocimiento puede llegar a ser bueno, en cierto modo.
Si logramos establecer una serie de paútas por las que regir esos conocimientos adquiridos y regular los sentimientos de modo que sólo respondan a estímulos (positivos o negativos) tras un previo análisis de la realidad del momento, quizá podamos asimilar conocimientos de un modo distinto. Al encontrarse distanciado de la gran mayoría que conforma la sociedad, que suele encontrarse a medias entre borreguismo y burrifilia, uno puede aprender a integrarse en ella, desde un modo observacional y participante, contemplando el espectáculo (bastante entretenido la mayoría de las veces) y descifrando códigos para que esta situación pueda encontrar una solución, aunque sea parcial.
Como colofón a este tema, que ya es de por sí bastante extenso y denso, haremos aqui una pausa. En siguientes artículos, seguiré explicando esta visión mia sobre la manera de enfocar la vida, que a pesar de encontrarse bastante clara en el interior de mi cráneo, a veces me resulta difícil plasmar con palabras, o sintetizarla de modo correcto, en unas pocas líneas.
Carlos Oleaga
P.d. Para momentos en los que queramos olvidarnos de la realidad y sacar al hombre (o mujer) más primitivo que llevamos dentro recomiendo la siguiente canción de Dying Fetus: "Born in a casket"
3 comentarios:
70Cierta es la reflexión que haces en esta entrada. Forma parte de la ya manida frase que el filósofo de Königsberg, Immanuel Kant, formulaba como "Atrévete a saber". Otras metáforas se han utilizado a lo largo de la historia de la filosofía para ilustrar esta distinción casi orteguiana. Quizá mi preferida sea la de la mayoría de edad. No todo el mundo está preparado para ser mayor de edad, pensar por sí mismo, en definitiva, sacarte las propias castañas del fuego. Sin embargo, la llamada de la naturaleza te instiga a serlo. No es así sin embargo con la mayoría de edad filosófica. Por eso, muchos individuos declinan la oferta y prefieren mantenerse en la felicidad de la inmadurez. Ser niño implica, generalmente, ser mucho más feliz que de adulto.
No hay nada más frustrante que encontrar una pregunta cuya respuesta no es inmediata y que incluso tiene visos de no poderse responder nunca.
Pero gracias a esas preguntas, el motor del mundo sigue su curso.
Puedes ser feliz, abandonándote a la placentera edad infantil, o sufrir y buscar la respuesta (aunque debemos contentarlos con elaborar la pregunta) para ayudar a que el mundo sigua su curso.
Es cuestión de responsabilidad.
Pero nadie ha dicho que sea facil asumirlo.
Estoy de acuerdo con lo que escribes, camarada. En ocasiones las cosas se pueden sintetizar en dualidades (y en el espectro de matices que las separa). Recuerdo que Borges dijo una vez que en el mundo sólo hay dos tipos de personas: Aristotélicos y Platónicos. También Heráclito resumió todo esto en dos grupos: Despiertos y dormidos. Investiga sobre el asunto, será interesante, y ten en cuenta que generalmente nadie se encuentra claramente desmarcado en ninguno de los dos extremos (bueno, a excepción del apreciado Franz Kafka ;)). Te seguimos.
Seguiremos sin duda, que aún queda mucho camino por recorrer
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