28 enero, 2007

Una salus victis, nullam sperare salutem


La única esperanza para los vencidos, es no esperar ninguna salvación.

Así decía el poeta Virgilio, en su obra La Eneida. Frase sobre la que podríamos estar reflexionando amplio rato, hasta encontrarle un sentido profundo, denso, y muy interesante.

Creo que el vencido, una vez asumida la derrota, podría intentar pensar de otra manera. Muchas veces, ante la derrota, aspiramos a concentrar un aliento de esperanza en pos de una salvación. Se dice que la esperanza nos mantiene vivos, en esos momentos duros. Cierto, pero no en su totalidad. yo propongo otra forma de mirar la situación. He reflexionado abundantemente, y por un largo espacio de tiempo sobre esta frase. Y con el tiempo, y las experiencias vitales he llegado a ciertas conclusiones, quizá equivocadas o no, pero conclusiones propias, al fin y al cabo.

Una persona vencida o derrotada en algún ámbito de su vida (normalmente la gran mayoría de la sociedad pasamos por ahí en algún que otro momento), tiende a hundirse ante la derrota o la no consecución de alguna meta, o por el contrario, tiende a positivar los pensamientos, guardar esperanza en que eso cambie. Yo propongo una tercera vía o salida ante el hundimiento o derrota. Este tercer camino, pasa por la frase del romano Virgilio, adaptado consecuentemente al tema, en particular la segunda parte, no esperar ninguna salvación, ya que es ahí donde quiero enfocar este pequeño artículo.

Al no esperar ninguna salvación, pasaremos a centrar nuestro pensamiento y acciones en otros temas. En aquellos en los que no podemos centrarnos ni hundiéndonos (pues perdemos claridad y ánimo) ni esperando salvación, ya que tanto uno como otro suponen un enfoque cerrado, centrado en la pasividad, o la consecución del cambio de derrotado a ganador. Aplicando un modo de pensar basado en no esperar ninguna salvación, asumimos nuestro estado de derrotados, para pasar a un nuevo concepto, el de derrotado, el cual no ha sido muy explorado aún en mi parecer. Una persona derrotada tiene mucho que aportar, mucho que aprender, y por supuesto, más experiencia que la ganadora (pues esta sólo conoce la victoria). Creo que sólo habiéndo experimentado un estado ganador, y luego un estado de derrota, podemos alcanzar un conocimiento más amplio. La derrota en sí no es tan mala, si lo miramos bien, es un simple estado de cambio o status. El derrotado quizá deba aprender a vivir en la derrota una nueva dimensión de saber. Podemos asumir ciertos roles, sin sentirno tan vigilados como los ganadores (los cuáles siempre están bajo vigilancia constante) y sin despertar toda la serie de emociones humanas que rodean a las personas ganadoras (como por ejemplo el ego, la prepotencia o el alejamiento de la realidad). La derrota tiene que suponer un modo de encaminar nuestros pasos, no hacia la victoria de nuevo, sino quizá hacia otras tierras más tranquilas donde podamos llegar a tener la felicidad, a base de una construcción que se aleje de la victoria, una construcción quizá más interior, que se aloje en el espíritu, y que trabaje de modo que obedezca a nuestra satisfacción personal, más que al reconociento del populus. Podemos así de este modo, escoger nuestras futuras acciones en círculos que se empiecen a establecer fuera del ámbito de la derrota (una vez aprendida su experiencia), pero sin encaminarnos hacia la victoria del ganador. La que denominaré autopista intermedia, es el espacio, donde un conocedor de ambas dimensiones (victoria/derrota) puede desarrollar su labor futura para alcanzar paz, estabilidad y felicidad.

No esperar ninguna salvación exige asumir la realidad y dimensión del derrotado, y a partir de ahí construir una morada vital, sabiéndo que existen más caminos que la victoria, pues esta indudablemente puede conducir de nuevo a la derrota. Hay que saber establecerse en esa autopista intermedia, donde podamos llevar a cabo nuestra labores sin miedo al futuro, con estabilidad en el progreso del conocer, y alejado de posibles ataques de gente que anhele el poder que se supone da el ser ganador.


Finalizando, diré que una vez conocidas ambas partes dos, me dirijo en pensamiento hacia una autopista intermedia, donde pueda llevar a cabo trabajos de conocimiento e investigación, que me supongan algo más que la simple victoria.


Y ahora, durmamos, que el sueño
confuso como es él,
está llamandonos.


Carlos Oleaga

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