04 marzo, 2007

Eclipse Lunar

Ayer se produjo un eclipse lunar, un eclipse completo, total, rojizo. Las favorables condiciones de las que ha gozado el público peninsular no se volverán a repetir hasta el año 2029.

Desde el cielo salmantino observé con detenimiento y durante el espacio de una hora la vuelta de la luz al satélite terráqueo. Fue una lenta lucha en la que la luna volvió a recobrar su luz amarillenta y su tono habitual. Hasta que llegó la luz, la luna estuvo envuelta en unos tonos rojizos que, por un momento, me recordaron a las historias de Tracy Hickman y Margaret Weiss.

En el día del eclipse todo transcurrió tranquilo, con almuerzo alejado de la urbe y con payasos satíricos que hicieron del día una jornada sabática realmente tranquila y relajante.


Es increíble el significado tan grande que puede tener un eclipse, la tiniebla apoderándose de la luz, para al cabo de un tiempo volver a ver la luz triunfar sobre la oscuridad.

¿Qué tendrá la luna para despertar tantas ilusiones?

Dejemos que hoy sea otro el que hable de la luna, en concreto Charles Best que en 1608 redactó el siguiente poema:

Sonnet of the moon

Look how the pale Queen of the silent night
doth cause the ocean to attend upon her,
and he, as long as she is in sight,
with his full tide is ready here to honor;

But when the silver waggon of the Moon
is mounted up so high he cannot follow,
the sea calls home his crystal waves to morn,
and with low ebb doth manifest his sorrow.

So you that are sovereign of my heart
have all my joys attending on your will,
when you return, their tide my heart doth fill.
So as you come and as you depart,
joys ebb and flow within my tender heart.


Un saludo a todos,

Carlos Oleaga

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