El sábado pasado por la noche tuvo lugar la final del concurso europeo de la canción al que todos conocemos por el nombre de Eurovisión. La gala tuvo lugar en la ciudad finlandesa de Helsinki, donde una multitud se había congregado en torno al lugar de celebración para agitar su banderita en una pequeña exhibición nacionalista (la verdad es que resulta gracioso reflexionar sobre el tema).
Este programa-concurso anual, premió con el primer puesto al representante serbio, Marija Serifovic, que interpretó una balada que llevaba por título Molitva. ¿Qué decir de esta canción? pues que ni fú ni fá, normalita. Eso sí, todos los países balcánicos votaron por ella. ¿Se votará en eurovisión la calidad o será algo más patriótico y de acuerdos por lo "bajini"? No diré nada más, el silencio otorga la verdad de este manipulado concurso.
De la calidad mejor olvidarse en este concurso porque no hubo mucho que reseñar. España una vez más hizo el ridículo y daba verguenza ver al grupete de "bakstritbois" a la española que subieron encima del escenario. De quedarme con alguno, me quedaría con la representante de Moldavia, porque el tema no estaba mal del todo. Finlandia tampoco me desagradó, pues si bien su cantante no tenía una gran calidad el tema si parecía tener algo de gancho.
El segundo puesto fue para Ucrania, el espectáculo más freakie y travesti de todos los que se vieron en el concurso. El cantante-travesti Verka Serduchka cantó el tema Dancing lasha tumbai, en el que todo el mundo entendía en el momento del estribillo claramente, "russia goodbye".
Poco más que contarles de este concurso. A pesar del reflote que se le hizo por parte de España con OT, el concurso no tiene un gran prestigio y los grupos que acuden llegan a ser hasta mediocres. Parece más un programa que aguanta el tirón debido a intereses empresariales o políticos que otra cosa.
Un eurovisual saludo,
Carlos Oleaga
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