08 mayo, 2007

Pasen y vean: El "Low cost" ha llegado


Decía ayer Ignasi Castells Cuixart, en la sección de Cartas al Director de El País, que estamos empezando a vernos afectados por el Síndrome del Low cost.

Ya no queremos sólo tarifas desde Madrid o Barcelona a Nueva York a bajo coste, también empezamos a buscar relaciones de pareja low cost, que nos permitan acceder al juego amoroso con el mínimo coste emocional, relaciones de baja intensidad y menos compromiso.

Dice Castells, más adelante, que este fenómeno está reproduciéndose de nuevo en el ámbito de la escuela y el trabajo.

Después de leer un par de veces el artículo, no pude más que contener las ganas de darle un aplauso a esta persona que envió el artículo a El País. Muy bueno el artículo, si señor.

Actualmente en nuestra sociedad el esfuerzo se ha transformado en esfuerzo de bajo coste o bajo rendimiento. En particular hablaré de la universidad, el mundo en el que me muevo a diario.

Dentro del mundo universitario, el síndrome del low cost se ha instalado con fuerza desde hace varios años y cada vez parece ganar más terreno al esfuerzo, la superación personal y la búsqueda de conocimiento como base de la construcción personal.

Comentarios del tipo: "a mi me van a dar el título saque un cinco o saque un diez", no hacen más que denotar la convicción de la gente en esta vida de bajo coste, en la que no hay que esforzarse por nada, porque también puedes conseguir las cosas, màs o menos de la misma manera, a un bajo precio y sin esfuerzo.

En el mundo de las relaciones de pareja también ha entrado con fuerza el bajo coste. El individualismo, la competencia y la ambición personal han dejado poco espacio al amor pasional y las relaciones serias de pareja. Lo que se lleva ahora son las relaciones esporádicas, sin agobios ni preocupaciones y , que quede claro, sin compromiso de ningún tipo.

Cada miembro de la pareja tiene unas metas que cubrir en la sociedad y por nada del mundo van a cambiar o modificar esos planes que les traerán las mieles del triunfo. Y está claro que para seguir ese plan tan estudiado, es mejor tener una relación de bajo coste, sin compromiso de ningún tipo, por si las moscas. Realmente esta es una situación de locos.

Creo que, sin embargo, está bien ser un poco egoísta a la hora de conseguir las metas que uno se marca a lo largo de la vida, pero ese miedo que nos entra con el compromiso nos echa para atrás. La simple idea de dejar nuestros sueños por alguien a quien se quiere, o ganar unos euros menos por estar más tiempo con los seres queridos es prácticamente impensable en un alto porcentaje de la sociedad española.

Y luego, sobre todo ello, la ignorancia reina a sus anchas por las tierras de España. El otro día hablando de este tema, un conocido mio, informático de profesión, me comentaba uno de los grandes problemas del low cost en la educación. Me comentó, por experiencia propia, que durante la carrera de cinco años que llevó a cabo en el campo de la informática, la gran mayoría de los alumnos se dedicaban exclusivamente a la informática, intentando superar los exámenes del mejor modo posible, para que les dieran el título e irse a trabajar a Madrid. Los más afortunados, sin duda, harían de por medio un MBA, que les conduciría a ocupar un buen puesto de entrada en cualquier multinacional tecnológica.

Lo sorprendente no es que no se esforzaran en ser buenos en su campo sino que carecían de formación en aspectos tan importantes de la vida como la cultura. Eran personas que en un par de años estarían ocupando cargos de gran responsabilidad en empresas, no sólo de informática sino también de negocios, y no sabían nada de historia, arte, literatura, cultura general, música o filosofía.

Personas totalmente incultas dirigiendo empresas; a mi hasta me da miedo. Mi amigo, que encima trabaja en una de esas empresas, está aterrorizado por las consecuencias. Por supuesto, este amigo mío, a pesar de estudiar Informática, se preocupó por aprender, al menos, un poco de cultura general y no bebió de los falsos ídolos del fútbol, los toros, OT y demás falsa sabiduría.

¿Por qué no vivimos en una sociedad que premie el esfuerzo?
¿Por qué se trata de igualar a todos los alumnos en los exámenes bajando el nivel de exigencia?
¿Hemos condenado al amor a vivir condenado en un campamento de chabolas?

Dejo para el final otra gran frase de Ignasi Castells:

"Comprometerse, atarse, sólo los zapatos" (que gran verdad)


Por lo menos queda gente que aún se pregunta cuando saldremos de este planeta rumbo a las estrellas, aunque sean pocos.


Seguiremos soñando.

Un reflexivo saludo,

Carlos Oleaga

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